Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte.
Alas le dé a tu sueño el éter de quimeras
que ha dejado en tu rostro tan dolientes ojeras.
Calma le dé a tu sueño el mar de los sentidos
que ha dejado tus brazos tan largos y tendidos.
Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte...
(Allá afuera es la luna y el marullo del mar,
en la fragua del trópico brillando por quemar!
Allá afuera es la esencia-veneno del jardín,
y los pérfidos astros
avivando, encendiendo azabache, alabastros
en carne negra y blanca: la caldera sin fin
del trópico
trasmutando los cuerpos al corto cielo erótico!)
Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte.
(Allá afuera es el negro camino de miasmas,
y mi sombra acechando tu sombra entre fantasmas!
Duende callado y ágil, vigílame la puerta!
Que se va si despierta!)
Me quedaré a tu lado quieta, casta e inerme,
mientras tu alma sueña mientras tu cuerpo duerme.
Quizás ningún empeño
de mi cuerpo y mi alma
te dé lo que ese sueño...
Quizás la vida fuerte
es nada ante la calma
que te dará la muerte...
(Marullo del mar, cállate, sepúltate, coquí!
Que así, dormido o muerto, quién lo aleja de mí...!)
Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
el sueño de la vida con la muerte se expande...
(Porque no amara a otra, que ni a mí misma amara!
Que la tierra por siempre sus brazos desquiciara!
Ay, si no despertara!)
De "Trópico amargo"
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