Al dulcísimo sonido de la flauta
Las hojas amarillas se entregan
a la brisa y vuelan embriagadas
hasta el río.
Entra el piano
y esforzados pichones
intentan sus primeros vuelos.
Las cuerdas, al unísono,
rememoran sollozos de ballenas.
La percusión evoca tormentas de verano
vertidas desde cielos plomizos.
La batuta de pronto,
se cierne desde lo alto
como un rayo mortífero
y se hace el silencio sobre ecos y murmullos.
De "Estancias prohibidas"
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