XIV
En un rosal de mi huerto
un jilguero labró nido
y con noble confianza
en el sitio más florido,
más central y descubierto,
colgó el lecho de esperanza.
Delicado huevecillo
puso allí, como una perla
que entre flores se cuajase;
y voló después, sencillo,
sin recelo de que, al verla,
su postura le robase.
Haces bien, ave del cielo,
que no cabe a tus amores
asechanza en mí ninguna;
ven, incuba tu polluelo,
que tu nido está en las flores,
y en mi cuarto está la cuna.
En "Las frases frágiles"
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