Tú que fuiste sirena y golondrina.
Tú que escondiste cielos en tu alcoba.
Tú que oíste la música que roba
su sueño al pez y la borrasca empina,
sal de esa oscura gruta, mortecina
como caverna de medrosa loba,
y al sol embalsamado que te arroba,
sembrado por tu mano, sé vecina.
Infiel a aquella risa y a aquel viento,
a las espumas que te acariciaran,
a la verde esperanza de las tardes,
destapa el manantial de tu ardimiento
y aunque saurios de hiel te amenazaran,
de su diente tu seno nunca guardes.
De "A la orilla de un pozo"
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