I
Tengo la boca ardida de palabras.
De sonidos,
de voces ahogadas.
La terca dulcedumbre de la espera
por mis labios resbala
y en mis hombros anida y se recoge
la forma inesperada de tus manos.
De qué me sirve este latido inútil
y esta artera presencia de la sangre
y este saber de ti, sin presentirte.
De qué me sirve, nada,
su estoy entre la niebla. Y soy la niebla
por donde asoma -púrpura inviolada-
este exacto recuerdo del futuro,
esa tenaz memoria en la distancia.
De "Comarcas"
En "Antología del amor"
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