martes, 5 de marzo de 2024

Carolina Valencia. Balada

Azul está el cielo, la noche callada,
los mares dormidos, la luna argentada
cual globo de nieve radiante se alzó:
su rayo apacible, que pálido brilla,
dibuja en las aguas gentil navecilla
que surta en la orilla su dueño dejó.

Llevada en los giros del cura serena
se escucha a lo lejos fugaz cantinela,
perdidas estrofas de amante cantar,
que abajo en el fondo del valle resuena,
que languido y suave sus ámbitos llena
cruzando sus ecos la playa y el mar.

-Despierta -repite la voz solitaria,
-Despierta y escucha la dulce plegaria
del bardo nocturno que muere de amor;
despierte la niña de blonda guedeja,
consuele al que viene llamando a su reja,
responda a mi queja del triste cantor.

De tierras lejanas cansado y doliente,
buscando he venido tu faz sonriente,
mis playas de oriente por ti abandoné;
y al plácido arrullo de mis barcarolas,
de noche y a solas los mares crucé.

Oh! Ven, hada blanca, de placer mi vida:
su manto nos presta la sombra temida;
huyamos en busca de un mundo mejor.
Ven pronto a mi lado, visión hechicera:
mi pecho te llama, mi barca te espera
y en la otra ribera mi nido de amor-.

Cesó del amante la voz cadenciosa;
y a poco, cruzando la vega frondosa
la tímida virgen y el joven doncel,
se vio que a la orilla del mar se acercaban,
que audaces y alegres las ondas surcaban
haciendo sus remos volar el bajel.




De "Ambición"

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