Y de repente, me perdí.
Perdí la brújula,
solté el timón,
me abandonó la diosa;
las huellas de loba
cruzaron senderos errabundos:
desemboqué en el mismo lecho
oscuro y frío, tembloroso,
el mismo cuerpo,
la misma posición
de rata en su guarida;
oyendo mi respiración,
conteniendo el sollozo,
burlando pasadizos al abismo,
suplicando ayuda a los escuchas de la nada.
Dónde quedó mi grito,
sepultado en la memoria de la antigüedad?
Mi lengua voraz, de doble filo,
mi saliva sanadora,
mi corazón indómito de cazadora,
mi piel de corza,
mi vuelo de paloma en celo?
Quién soy
sin nadie más que yo?
Una mujer perdida
con los ojos abiertos
al horror de estar aquí,
arrojada al mundo,
sin pan,
sin agua
sin cobija;
ahogándome en mí misma,
repitiendo el ritual
de la mujer perdida,
esperando,
esperando...
Esperando un cordel,
un clavo
una señal
un puño de maíz
un beso;
un globo
un pañuelo
un cáliz
un perdón
otra mejilla
otro dolor en el costado
otro vestido nuevo
otro banquete de moronas
otra corona de cartón
otro camión de la basura
otro escalón al precipicio;
otro,
otro,
otro,
otro que la contenga
alguien que le cuente los dedos,
que le compre un rebozo
que la peine,
que le escriba un poema,
que la encuentre!
De "La otra Ilíada"
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