Nunca te conocí, pero converso
bien contigo. Me acercan
a ti los nombres y la gracia
de las muchachas griegas.
Estípite del poema,
son regios tus principios
pues tienes el corazón,
bello y olvidado,
de una brevísima koré antigua.
Afán de niña eterna,
concédeme acompañarte en tu viaje hacia las Cícladas.
Y ya que no tememos cóleras de ningún semidiós,
sonriamos juntas
desde fuera del tiempo.
De "Muchacha con mirlo en las manos"
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